Fallecí el 31 de mayo de 1978, en mi amada casa de Berlín-Heiligensee, tenía 88 años. Dejé en herencia un bonito jardín para las generaciones venideras. Mi vida fue larga y fructífera.
Nací en 1889, en Gotha / Thuringia; fui la mayor de cinco hermanos. Cuando tenía 15 años me sacaron de la escuela para que cuidara de mis hermanos, pero en 1912 me independicé y me fui a estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas de Berlín-Charlottenburg. En 1915 conocí a Raoul Hausmann, y nos enamoramos, pero él estaba casado. En 1916 Hausmann y yo nos fuimos de vacaciones, alquilamos una cabaña en la que encontramos fotos que los soldados habían enviado a sus familiares, superponían sus rostros a paisajes paradisiacos, y a cuerpos con uniformes y galones. Por eso se nos ocurrió la idea e hicimos los primeros collages. Los dos. Aunque la Historia solo nombra a Raoul. En Berlín comenzaba el movimiento DADA, a pesar de su evidente calidad mi trabajo nunca fue suficientemente reconocido por mis compañeros varones, y costó mucho que me incluyeran en la Primera Feria Internacional DADA. No fueron solo los dadaístas quienes me menospreciaron: en 1951, el estadounidense Robert Motherwell no me incluyó en su trabajo “Dada Painters and Poets”. En 1922 me separé de Hausmann. Fue una separación tan tormentosa como lo había sido nuestra relación. En 1926, durante un viaje a Holanda, conocí a Til Brugman, escritora poeta y lingüista, nos enamoramos y nos fuimos a vivir juntas a La Haya. Fue una época creativa y viajera, hasta que en 1932 nos trasladamos a Berlin, coincidiendo con el auge del nacionalsocialismo, y empezamos a tener problemas, ya que para los nazis yo era una “artista degenerada”. En 1935 Til publicó “Scheingehacktes”, en alemán, con mis ilustraciones. Poco después conocí a Kurt, un pianista, del que me enamoré. Me separé de Til, y me casé con Kurt el año siguiente. Por aquella época yo ya estaba totalmente vetada en Alemania, donde me tachaban de “bolchevique cultural”, pero tuve la suerte de recibir una pequeña herencia, con la que compré una casita con un hermoso jardín. En aquella casa escondí mis obras de arte y las de mis compañeros dadaístas, incluso llegué a enterrar algunas obras en el jardín. Durante la segunda guerra mundial, fui la única del grupo DADA que no huyó de Alemania, así conseguí crear y mantener un gran archivo con obras y documentos del movimiento. Mi jardín fue esencial, al principio como escondite y fuente de alimento, porque yo no podía vivir de mi arte, pero con el transcurso de los años mi oasis florido y rico en plantas se convirtió en mi lugar en el mundo, un lugar de descanso, inspiración y alegría. Al terminar la guerra me separé de Kurt. Los amores llegaban a mi vida y se iban con una periodicidad aproximada de siete años, pero mi jardín llegó para quedarse, fue mi gran amor, mi gran obra. Cómo me disuelvo en mi jardín. Cuando, en 1976, la ciudad de Berlín me otorgó la cátedra honoraria, mi único comentario fue: Mi jardín estará feliz.
A pesar de las dificultades, siempre fui una mujer libre, nunca dudé de mí misma, y me mantuve firme en mis convicciones. Me apena que cuando se escribe sobre mí se obvie mi trayectoria artística (que continuó hasta el día de mi muerte), y solo se mencione mi primera etapa dadaísta. Tampoco se suele mencionar mi compromiso feminista, ni su importancia en mi obra. En la esquina inferior derecha del montaje “Schnitt mit dem küchenmesser Dada durch die letzte Weimarer Bierbauchkulturepoche Deutschlands”, de mi primera exposición, en 1919, puse un mapa de Europa en el que remarqué los países en los que las mujeres podían votar en ese momento.