Christine de Pizan

Christine de Pizan

Escapé apresuradamente de París, a causa de la traición, y he pasado once años en una abadía donde me sentía como si estuviera encerrada en una jaula, pero un día el sol comenzó a brillar. Cien años lleva mi país en guerra, pero ahora, por fin, puedo vislumbrar el final. Este cambio de fortuna se debe a una tierna muchachita, que ha venido como un regalo de Dios, una campesinita de Orleans que se ha alzado en armas, ha comandado un ejército y ha derrotado a los ingleses. La pequeña Juana puede compararse con las mujeres poderosas de los libros bíblicos apócrifos y de las leyendas del pasado. Sus victorias son nuestras victorias, las de todas las mujeres. Es una gran guerrera, ha mostrado un valor que ningún hombre ha demostrado. Ojalá a partir de ahora se acaben todas las guerras y todos podamos, por fin, vivir en paz, en un mundo más justo y más igualitario donde hombres y mujeres tengamos los mismos derechos. Termino mi canto a Juana, el último día de julio de 1429, aunque sé que habrá quien no lo entienda, porque si uno tiene la cabeza baja y los ojos están pesados, no puede mirar la luz. Y estas fueron las últimas palabras que escribí. Yo misma me extinguí muy poco después, a los 65 años. Por fortuna nunca supe que Juana fue apresada y condenada a morir en la hoguera.

Nací en 1364 en Venecia. Después de mi nacimiento, mi padre, Tomas de Pizan, que era astrólogo, aceptó una invitación a la corte de Francia como astrólogo real, alquimista y físico. Tuve una esmerada educación, hablaba francés, italiano y latín. Estudie a los clásicos y el humanismo del renacimiento temprano en los archivos reales, que albergaban gran variedad de manuscritos.

A los 15 años me casé. En contra de lo que se hubiera podido esperar, dada mi juventud, mi matrimonio fue muy feliz. Desafortunadamente, mi padre y mi marido fallecieron de forma inesperada, y me vi viuda y sola a la edad de 25 años, a cargo de tres niños, mi madre y una sobrina.

Decidí hacerme escritora profesional para mantener a mi familia, afortunadamente lo conseguí, ya que mis poemas, canciones y baladas fueron bien recibidas. A partir de 1399 comencé a escribir sobre los derechos de las mujeres y fundé «La Querelle de la Rose», una agrupación femenina para discutir el acceso de las mujeres al conocimiento. Esta agrupación permaneció hasta el siglo XVII.

Por mis ideas feministas −aunque el concepto feminismo en esa época todavía estaba muy lejano− me impliqué en una dura polémica por defender a las mujeres de las calumnias de Jean de Meung en el Roman de la Rose horrible escrito, repleto de opiniones misóginas, vulgares, inmorales y difamatorias para las mujeres.

En 1405 escribí mi autobiografía, como réplica a mis detractores. Le di continuidad con Le Livre de la cité des dames, una colección de historias de heroínas del pasado. Lo que hoy se considera como una obra precursora del feminismo contemporáneo, en mi tiempo era considerado escandaloso. Así y todo, en 1406 publiqué otro libro con esta temática: Le Livre des trois vertus. Tampoco dudé en opinar de política, de justicia militar, de pacifismo…

Para todos mis libros busqué la colaboración de otras mujeres, quería demostrar que nosotras podíamos hacerlo, lástima que los nombres de mis colaboradoras hoy se hayan olvidado. Afortunadamente en mi libro La ciudad de las damas mencioné a Anastasia, ilustradora de manuscritos, la mejor de mi época. Si su nombre ha llegado a la posteridad es gracias a mí.

En 1949 Simone de Beauvoir escribió que en mi obra Épître au Dieu d’Amour fue «la primera vez que vemos a una mujer tomar su pluma en defensa de su sexo». 

Carmen de Burgos

Carmen de Burgos

1.867 Rodalquilar (Almería)

1. 932 Madrid

Nací en Rodalquilar, en un paraje almeriense inolvidable donde la tierra roja escondía oro.

Al paso del tiempo me conocen popularmente como la Colombina. Seudónimo de mi misma y soy periodista, escritora, traductora y activista de los derechos de la mujer de mi época.

Me casé muy joven con un impresentable desobedeciendo la voz de mi padre. Sufrí y trabajé para salir de ese matrimonio de huellas difíciles y al morir mi hijito decidí emprender una nueva vida.

En ella amé y me amo otro escritor; Ramón Gómez de la Serna. Pertenezco a la generación del 98 y estoy orgullosa de ello aunque algunos compañer@s tuvieron que exiliarse años después de mi España querida por el vencimiento del fascismo.

Me consideran la primera mujer periodista de nuestro país y también la primera mujer corresponsal de guerra al cubrir periodísticamente  la guerra de Melilla, tras esa experiencia difundí la necesidad del ser humano de la objeción de conciencia y la barbaridad de la guerra que nos mata a los seres humanos.

También me implico en la difusión del feminismo dando conferencias por todo el territorio español para elevar el nivel de conciencia de las mujeres e introducir la necesidad de conquistar derechos civiles como el divorcio, el derecho al voto, el aborto y derecho a la escolarización.

Mis conferencias como “la misión social de la mujer” y   “La mujer en España”  Contribuyeron entre otras al pensamiento libre. Mi novela más popular en su momento fue “Puñal de claveles” en la cual reflejé mi conmoción por el crimen de Nijar (Almería)  ocurrido en el paraje del cortijo el fraile  que posteriormente inspiró a Lorca para su obra “Bodas de sangre.”

Soy una trabajadora de la palabra imparable, aunque el machismo imperante de esos días quisiera relegarme a la “amante de Ramón.”

También escribo sobre mis viajes por Europa, Un vademécum femenino sobre modelos de cartas para ayudar a las mujeres en el arte epistolar y también escribo sobre el arte de ser mujer… Escribo y escribo artículos y novelas y tengo éxito con las obras: La mal casada, el fin de la guerra, relatos de la mujer fría y muchos más.

Nunca me arrepentí de instalarme en un Madrid vibrante donde el sentir republicano se respiraba en cada rincón de sus calles.

Gregorio Marañón fue un buen amigo y entre sus cuidados dejé la vida en el Madrid que cantaba ¡Viva la Republica!

Esta entrada es una colaboración. Texto: Eloísa Galindo.

Clara Zetkin

Clara Zetkin

Nací en Alemania, en 1857, y fallecí en el exilio, en Moscú, en 1933. Aunque nadie lo mencione fui yo quien propuso en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres realizada en Copenhague, que el día 8 de Marzo se instituyera como el Día Internacional de la Mujer, en recuerdo de la primera movilización del 8 de marzo de 1857 cuando miles de mujeres trabajadoras de la confección de Nueva York, exigieron una jornada de trabajo que no excediera las 10 horas. Mi propuesta fue aprobada, y el 8 de marzo de 1911 se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer. Ese día fuimos más de un millón de mujeres manifestándonos públicamente. Demandábamos, además del derecho a voto y a ocupar cargos públicos, el derecho a trabajar, al estudio y a la enseñanza, y la eliminación de la discriminación en el trabajo. Pocos días después (el 25 de marzo de 1911), se declaró un incendio en una fábrica de camisas en Nueva York, en el que murieron más de 140 trabajadoras, y desde entonces su recuerdo se incorporó a nuestro día. En 1914, junto a mi gran amiga Rosa Luxemburgo intenté activamente detener la Primera Guerra Mundial y denunciamos la implicación de Alemania, por lo que me encarcelaron en varias ocasiones. Siempre, desde mi primera juventud fui radicalmente antibelicista; también denuncié la feminización de la pobreza, la violencia contra la mujer y la exclusión generalizada de la mitad de la humanidad de las instituciones de poder y de gobierno, mi objetivo era la transformación radical de la relación entre la mujer y el hombre en una asociación plena y en condiciones de igualdad. Fui miembro del Reichstag por el Partido Comunista de Alemania desde 1920 hasta 1933, cuando Adolf Hitler y el Partido Nazi (a los que me opuse con todas mis fuerzas) tomaron el poder, el Partido Comunista fue ilegalizado y el Reichstag incendiado. Entonces me exilié en la Unión Soviética, donde fallecí poco después.

En 1975 la ONU declaró oficialmente al 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer y reconoció, que yo, Clara Zetkin, fui su creadora. 

Esta mañana me apenó escuchar en la radio a una locutora, que dijo desconocer el origen de la fecha de hoy. Tampoco le parecía importante saberlo.