Jimena Quirós

Jimena Quirós

Gané mi última batalla a los 70 años. Era el año 1969, tres años antes había iniciado un pleito, mi tercera batalla legal, para que me readmitieran en el Instituto Español de Oceanografía, tras años de injusticias.

Nací en 1899, en Almería. Al poco tiempo mi padre desapareció de nuestras vidas. Mi madre, que había abierto un colegio en Almería, sacó adelante a la familia. Aún no tenía 18 años cuando viajé a Madrid, para estudiar Ciencias en la Universidad. En Madrid me alojé en la Residencia de Señoritas, que no es tan conocida como la Residencia de Estudiantes, que era solo para hombres. Muchas de las mujeres que pasaron por la Residencia han formado parte importante de nuestra historia, como Maruja Mallo, María Zambrano, Matilde Huici, Victoria Kent… En 1920, entré como alumna interna en el Instituto Español de Oceanografía, el IEO, y ese mismo verano fui al Laboratorio de Santander para participar en los trabajos preparatorios de una importante campaña oceanográfica que debía realizarse el año siguiente. Un año después, en septiembre de 1921, me licencié en Ciencias, con premio extraordinario en la sección de Naturales, e inmediatamente − recién licenciada − participé en la campaña oceanográfica en cuya organización había trabajado en Santander, embarcando en el buque Giralda; así me convertí en la primera científica española en participar en una campaña oceanográfica. A la vuelta de la campaña aprobé la oposición y me incorporé al Laboratorio de Baleares del IEO. Tenía 22 años, y fui la primera mujer contratada por la institución. Pero mi inquietud y mi deseo de saber era grande. De Baleares me trasladé a Málaga, donde publiqué en el Boletín de Pescas del IEO el primer artículo científico en el ámbito marino que firmaba una mujer en España. En este artículo alertaba del agotamiento de los caladeros de especies muy abundantes hacía unos años, por la falta de una regulación de la pesca y el hecho de que no se respetaba la veda. En diciembre de 1923 regresé a la sede central del IEO en Madrid, y volví a vivir en la Residencia de Señoritas, pero esta vez como profesora de Zoología, Biología, Geología y Mineralogía; también asistí a un curso en la Sorbona, y trabajé unos meses en la Estación Biológica de Roscoff, situada en la Bretaña francesa. Incluso pasé un año (en 1926) en la Universidad de Columbia donde cursé estudios de Geografía Física de la Atmósfera y los Océanos, colaboré en trabajos de investigación, y participé en los seminarios del Geological Journal Club. Cuando volví a España, retomé mi activismo político y mi activismo por la igualdad de derechos de la mujer, desde 1924 era vicepresidenta de la Asociación Universitaria Femenina

Siguieron unos años que, tanto en el terreno político como en el profesional, fueron muy convulsos. Yo siempre fui una mujer luchadora y crítica, y ya se sabe que cuando una mujer es crítica y combativa, se la califica habitualmente como “conflictiva”; yo no era conflictiva, me limité a poner en evidencia los errores metodológicos en las instrucciones que me dieron en mi departamento, a rediseñar el plan de trabajo y a hacer el mío de forma concienzuda, tal como destaqué en mi informe: en 45 días de trabajo anoté 208 operaciones en el libro de registros del laboratorio, mientras que en los 4 años y medio previos se habían registrado 345. Esto me acarreó problemas en el Oceanográfico y la instrucción de un expediente injusto que mermó mi honorabilidad profesional frente a mis superiores y compañeros. Este fue el origen de mi primera batalla legal, que comenzó en 1932 y duró hasta 1934, cuando fui confirmada en mi cargo de ayudante del Departamento de Oceanografía, confirmación que se solapó con la resolución en mi contra del expediente disciplinario y el comienzo de lo que sería mi segunda batalla legal en el IEO. Mientras tanto estuve trabajando como profesora, ocupación que siempre me gustó. Finalmente llegó el juicio, y quedó demostrado que el expediente al que me sometieron no estuvo bien fundamentado ni fue justo. El juez resaltó en su resolución las contradicciones de mis acusadores y quedé absuelta de todos los cargos. A finales de 1934 me reincorporé al IEO, hasta que se declaró la Guerra Civil y los sublevados fusilaron a mi hermano José −militante republicano, como yo, aunque por entonces ya no ejercía en política− en Toledo. Con el triunfo del Frente Popular entré a formar parte de la nueva junta directiva de la Sociedad Geográfica Nacional y en mayo de 1938, por orden directa del ministro de Defensa Nacional Juan Negrín, fui destituida de mi cargo en el IEO sin explicaciones. En septiembre de ese mismo año me nombraron profesora de Ciencias en Ciudad Libre (así llamábamos a Ciudad Real), una de las últimas ciudades republicanas.

Cuando acabó la Guerra me ordenaron volver a Madrid y presentarme ante el Ministerio de Marina, y me comunicaron mi cese definitivo por considerarme “de ideas izquierdistas, por haber pertenecido al Partido Radical-Socialista desde su fundación, haber tomado parte en las deliberaciones y debates del Congreso del Partido y, al producirse el Alzamiento, continuar haciendo manifestaciones de la misma ideología y, en relación con los dirigentes del Frente Popular, haber recibido diferentes cargos, predominantemente culturales”.

Sobreviví a la Guerra, suerte que no corrió mi hermano, pero perdí la batalla contra la barbarie, mi carrera como científica y mi lucha por la igualdad de derechos quedaron truncadas para siempre. Traté de rehacer mi vida en Madrid. Me gané la vida como pude, dando clases en una academia privada, y cuidé de mi madre hasta que falleció.