Mahadevi

Mahadevi

ಅಕ್ಕ ಮಹಾದೇವಿ

No sé cuánto tiempo llevo viviendo en esta cueva, a la que llegué a la edad de 25 años, pero no debe ser mucho. El tiempo no puede medirse cuando me posee el éxtasis místico, cuando mi esposo, el divino sin forma, impregna mi cuerpo y mi alma. Veo lo Absoluto en todo. Cada árbol es el árbol de la vida, cada hierba es curativa, cada lugar un santuario, cada cuerpo contiene el néctar divino, y cada guijarro es joya preciosa y mágica. El aliento de mi amado se ha convertido en mi perfume. Su forma en la mía. Habiendo conocido la totalidad, no me queda nada por saber. Me convierto en la abeja que liba el néctar de Chenna Mallikarjuna, mi amado esposo, y me disuelvo en él. Un relámpago de luz termina por consumir los restos desnudos de mi cuerpo. Nada. Ya no queda nada en absoluto, nada de mí, solamente dejo atrás mis poemas, el registro de mi viaje espiritual.

Nací en 1130, en el estado de Karnakata. Mis padres eran devotos del Señor Shiva, y me educaron en su culto. Yo adoré desde muy niña a mi amado Chenna Mallikarjuna, lo sentía junto a mí, y nunca deseé a otro. Despreciaba a los hombres que envejecen y se deterioran; nunca envidié la vida de una mujer casada con un hombre mortal. Solo amé al Hermoso, al blanco como el jazmín. Su amor me colmaba. Nunca quise tener otro esposo.

Cuando tenía 16 años, aunque para mí no era relevante, todos alababan mi belleza incomparable, mis cabellos largos y sedosos, mis ojos almendrados, mi cuerpo perfecto… tal vez debido a eso Kaushika, el rey jainista de la región, se enamoró de mi y me pidió en matrimonio. Mi familia aceptó, halagada por la propuesta y porque temía incurrir en el disgusto del rey. Yo me negaba a aceptar una vida de servidumbre a ningún hombre mortal, por muy rey que fuera. A pesar de ello la boda se celebró, ya que Kaushika me prometió que respetaría mi libertad y mis decisiones, pero no fue así… una vez casados él no cumplió nuestro acuerdo y me echó en cara sus regalos, e incluso afirmó que todo lo que yo tenía, incluso mi sari era de su propiedad. También mi familia estaba en mi contra, censuraban mi comportamiento «poco ortodoxo». Por eso decidí dejar atrás mi matrimonio, mi familia y mi ciudad… me despojé de mis pulseras y mi sari, y salí completamente desnuda del palacio, dispuesta a dedicar toda mi vida a mi único señor, al único que he amado, mi Chenna Mallikarjuna. Los adornos son innecesarios para quien busca la verdad, y si los shadus renuncian a la ropa, no veo porqué yo no podía hacerlo.

Tal vez si yo hubiera sido una mujer vieja o fea o contrahecha mi desnudez no hubiera causado tanta conmoción como lo hizo. Me refugié en Kalyan, una comunidad que se destacaba de las costumbres religiosas y sociales normales de mi tiempo. Allí, en el ‘Anubhava Mandapa’, una plataforma para el debate abierto sobre varios temas, incluida la filosofía y la reforma social, me expresé sin temor. Con mi convicción conseguí convencer, aunque tampoco fue fácil. Incluso a los grandes santones Basavanna y Allamaprabhu les perturbaba mi cuerpo desnudo y tuvieron problemas para aceptarme. Finalmente fui aceptada y me concedieron el título honorífico, ‘Akka’. Desde entonces se me conoce como Akka Mahadevi.

No fui la única mujer que escapó de una vida convencional sujeta a la obediencia de un esposo perecedero, en busca del amor absoluto, la embriaguez divina, sin inhibiciones y sin miedo. Hay una importante tradición de mujeres místicas y no solo en mi país.

En mis poemas quise ir más allá de todo lo que se había escrito hasta entonces, por eso expresé mi forma de ver la vida, tan radical, incluí las luchas de mi cuerpo, las luchas contra la mezquindad de los roles que me había visto obligada a asumir como mujer, las luchas contra la sociedad, contra los ritos, contra las castas… en mis poemas dejé el testimonio de las luchas espirituales que enfrenta una mística femenina en una sociedad patriarcal.