Lise Meitner

Lise Meitner

Un cráter de impacto en la cara oculta de la luna lleva mi nombre. También otro cráter, en venus, y un asteroide, aunque yo no podía imaginar que mi nombre iba a estar en lugares tan exóticos cuando fallecí en 1968, tras haber sido nominada 19 veces al Nobel de Química y 29 al Nobel de Física, sin que jamás me lo concedieran. Mi colaborador Otto Hahn sí recibió el Nobel de Química, aunque fui yo quien elaboró la primera explicación de la fisión nuclear del uranio en términos de física teórica. Mi caso está considerado uno de los más flagrantes en que el comité del Nobel ha pasado por alto a una mujer autora de un hallazgo científico de primera línea.

Nací en Viena en 1878. Desde niña me interesaban las matemáticas y la física, pero los institutos de enseñanza secundaria superior no admitían chicas, por eso tuve que examinarme por libre para acceder a la Universidad. Hacía tan solo cuatro años que las facultades de Austria habían abierto las puertas a las estudiantes femeninas. Aprobé en 1901 tras una dura preparación; siempre conté con el apoyo de mi familia. En 1906 obtuve el título de Doctora en Física en la Universidad de Viena. Como el único futuro posible en Viena era dedicarme a la enseñanza, y eso no me interesaba, me armé de valor y les pedí a mis padres que me siguieran apoyando económicamente para poder irme a Berlín.

En Berlín me apunté a las clases del físico Max Planck, y me dirigí al Instituto de Física Experimental, para trabajar allí por las tardes (sin cobrar nada). Fue entonces cuando Otto Hahn mostró interés en mi trabajo y quiso colaborar conmigo. Debido al veto a las mujeres que prevalecía en la Universidad, yo tenía que entrar por una puerta trasera en el sótano del Instituto de Química, que en su día fue un taller de carpintería y que Otto había acondicionado como laboratorio. Tampoco podía usar el baño; cuando necesitaba ir al servicio tenía que salir a la calle y utilizar el de un bar cercano. Esa situación se prolongó durante un año. Yo solo disponía de la modesta suma que me enviaban mis padres, y vivía al día, contando cada céntimo, pero fue una etapa muy feliz, y mi vida social interesante y plena: hacía caminatas con mi querida amiga Elisabeth Schiemann, estudiante de Botánica; acudía a las veladas de música en casa de Planck, donde coincidí con Einstein, que me llamaba cariñosamente nuestra Marie Curie alemana; algunos compañeros me invitaban a la ópera o a excursiones en coche… Claro que sentía mucha nostalgia por estar tan lejos de mi familia, pero nunca me arrepentí de haberme instalado en Berlín. En 1913 Plank pudo nombrarme “ayudante” y me asignó un sueldo, muy modesto, pero ya estaba acostumbrada a hacer economías. Finalmente conseguí trabajo como profesora de Física Nuclear Experimental en la Universidad de Berlín, fui la primera profesora de Física en Alemania, pero a finales de 1938 tuve que escapar, forzada por el ascenso del nazismo, y tras una azarosa huida llegué a Estocolmo, donde estaba mi sobrino Otto Frisch. A pesar de que no fui nada bien recibida en el laboratorio donde empecé a trabajar −ignoro si por celos profesionales, o por el simple hecho de ser mujer: no se me permitía tener estudiantes, ni me proporcionaban medios para hacer experimentos− mi sobrino y yo, con la contribución de Otto Hahn y Fritz Strassmann, obtuvimos la fisión nuclear, pero cuando, en 1939, Hahn publicó el trabajo omitió mi nombre, alegando que el régimen nazi no habría consentido incluir una autora judía. Yo fui quien sugirió la existencia de la reacción en cadena, por eso en 1942 me ofrecieron participar en un grupo internacional de investigación para conseguir una bomba atómica y terminar con el régimen nazi. A pesar de que hubiera supuesto una oportunidad para trasladarme desde Suecia a EE. UU., dejar un laboratorio que no me quería, escapar de la penuria económica que siempre me acompañó, y trabajar junto a los grandes cerebros de la época, no acepté. Me opuse radicalmente a que mis descubrimientos pudieran emplearse en algo tan aberrante como el desarrollo de la bomba atómica. Ningún otro científico rehusó la oferta. El hecho de no aparecer como coautora del trabajo publicado por Hahn en 1939 fue el pretexto del comité Nobel para excluirnos −a mi sobrino y a mí−, y otorgar solo a Otto Hahn el Nobel en 1944.

Me jubilé en 1960 y me trasladé a vivir al Reino Unido. Allí residí hasta el final de mis días, y allí estoy enterrada, junto a mi hermano Walter. Mi sobrino Otto Frisch mandó inscribir en la lápida: «Lise Meitner: una física que nunca perdió su humanidad».

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